Aquí se escribe sobre...

Todo aquello que aún se recuerda de nuestra infancia, los juegos, las experiencias, lo que comíamos, lo que veíamos o lo que creíamos que eran las cosas cuando nadie nos explicaba. Aquí se retrocede para traerlo de vuelta

Me han pescado menos

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Recordado por Quiltro | Categoría(s) , | El día jueves, septiembre 10, 2009

Este post es en honor a mi querida madre, la cual marcó mi infancia para toda la vida. Me compró en dos circunstancias distintas, el mejor y el peor regalo que un niño podría esperarse.
El peor creo que fue cuando iba en octavo básico. Como iba un año adelantado siempre fui el pequeño, y además no tenía intenciones en querer verme más grande. No así mis compañeros de curso. Se acercaba el término del año escolar y siempre nos hacían un regalo. Esta vez no era la excepción y yo ya sabía lo que quería. Estaba dispuesto a no tener regalo de navidad (gran sacrificio para un niño) con tal de que me compraran mi anhelado "GIJOE". Era una serie de hombrecillos articulados como ningún otro mono de aquella época. Prácticamente se doblaba en codos y rodillas y giraba como si fuese un hombre en miniatura. Sólo quería uno. No tenía idea de cuanto costaban, en ese tiempo mi concepto del dinero era que con 10 pesos me compraba 10 alkas, con 5 un media hora, y con 12 un miti miti.
Llegó el acto de fin de año y el esperado momento.
Mientras en el curso todos abrían tranquilamente el papel que envolvía las billeteras "Maui" que habían pedido, y sonreían con sobria satisfacción, yo ya había despedazado el envoltorio para enfrentarme cara a cara con el juguete que me haría feliz por toda la vida (según yo). Cuál debió ser mi cara de shock cuando abrí la caja y mi profesora me preguntó si me encontraba bien. Creo que recuerdo bien la sensación de sudor frío en la espalda y de imaginarme a mi mamá, con una cara diabólica apuntándome con el dedo. Me habían regalado un "Silver Hawk"… no un GIJOE. Para los que no entienden de lo que hablo y si las imágenes no bastan, eran lejos los monos más tiesos que alguien había fabricado jamás. Medían el doble de lo que media un GIJOE. Sólo movían los brazos verticalmente arriba y abajo y la cabeza horizontalmente. Sé que suena poco agradecido de mi parte, pues al menos me regalaron algo. Yo nunca fui mal críado y menos mimado. Es más nunca le pedía nada a mi mamá. Por eso cuando lo hice, esperaba una total comprensión del asunto. Era un niño, pero las torturas que cometí con ese mono del demonio, ya las quisieran haber ideado Hitler,
Pinochet o algún otro de la misma maldad. De aquí sale la frase que siempre digo, cuando hablo y nadie me escucha: “Me han pescado menos, un vez le pedi a mi mamá un Gijoe y me regaló un silver hawk”. A mis 29 años mi madre aburrida de que la molestara con el chiste de siempre, me compró el famoso GIJOE que hoy ocupa honroso un lugar entre la tableta de los inciensos y otros monos con los que ha tratado de pagar el error.

El mejor regalo en realidad no lo fue sino hasta este año, cuando descubrí la magia escondida detrás de éste. Estaba en el jardín Infantil y nos hicieron dibujar lo que queríamos que nos regalara el viejito pascuero. Yo me acuerdo haber dibujado cualquier cosa, dejé volar mi imaginación, no con el fin de poner a prueba al viejo ese, sino porque me daba lo mismo si me lo regalaba o no. Entonces (Ojo que estamos hablando de la precariedad de los juguetes de la década de los ochenta digamos año 84, 85 por ahí) logré con mi trazos zurdos y burdos esbozar lo que vendría siendo un cinturón galáctico, con botones y que hacía ruido. En la parte del broche tenia una especie de cabeza de robot. La verdad no se de donde saqué una idea así. No era un juguete que yo hubiese visto, ni en la tele ni en alguna vitrina en el centro. Me dio la volá artística y lo hice.
En efecto me llegó el cinturón, tal cual como me lo había dibujado. Yo me asombré, y disfruté el juguete como cualquier niño complacido. Pero no fue sino hasta hace poco cuando le tomé el peso de lo que había logrado mi madre, quién al preguntarle si era tal como lo recordaba, lo confirmó y agregó que era lejos uno de los regalos más raros y difíciles que había pedido.
A mi viejuja la amo con todo mi corazón y ahora todo esto son recuerdos de mi infancia. Pero en su honor cuento la historia para cerrar el ciclo diciendo que mi vieja, simplemente SE PASÓ y que nunca es tarde para recibir un "GIJOE".